LA GENÉTICA Y EL RASTREO DE TUS ANTEPASADOS

La genética es caprichosa. O al menos eso dicen. La genética sirve para aclarar que un bebé haya «sacado» los ojos azules de una abuela a la que la familia nunca conoció. O que el pelo denso y rizado es de algún antepasado, según las fotos familiares. Por genética somos hasta capaces de justificar comportamientos, rasgos, color de piel o belleza o fealdad. Y es la genética y el estudio de los genes lo que permite que cada vez se vayan descubriendo lo maravillosa que es la naturaleza y la evolución humana.

La ciencia y la investigación en genética y genómica avanza. En EE.UU una investigación ha permitido vincular por primera vez la tecnología del ADN antiguo con una base de datos actual. ¿El resultado? Pues 42.000 personas en EE.UU han descubierto que 27 antepasados suyos fueron esclavos en una fundición de hierro de Catoctin, entre los años 1774 y 1850.

La revista Sciencie ha sido la encargada de publicar este estudio. Realizado por científicos estadounidenses que forman parte del equipo de investigadores del Museo Nacional de Historia Natural Smithsonian, de la Universidad de Harvard, la empresa de servicios de genómica personalizada 23andMe y la Catoctin Furnace Historical Society. El estudio da un nuevo enfoque genético y ha permitido vincular extensas bases de datos realizadas por empresas privadas especializadas en genómica. Se realizo analizando a 27 cuerpos que se habían encontrado en un cementerio afroamericano en el estado de Maryland. A parecer, fueron exhumados durante las obras de construcción de una carretera en los años 70.


La genética y los avances en sus investigaciones

La curiosidad de este hecho no sólo reside por el avance que supone que se haya podido extraer el ADN de 27 cuerpos enterrados a finales del s. XIX. Sino porque, aterrizando en el presente, cerca de 42.000 personas han podido cerrar quizá esa grieta que tenían sobre su pasado. Esto es así, porque hasta aproximadamente 1870, EE.UU no incluía en su censo de población a los esclavos. Los descendientes de estos siguieron siendo invisibles de cara a las cifras oficiales. No así, los que descendía de ciudadanos libres, que no tuvieron nunca esa dificultad a la hora de rastrear a sus antepasados. 

Según afirman algunos expertos, esta investigación proporciona una nueva forma de que puedan complementarse tanto los esfuerzos de los investigadores a nivel genealógico, histórico, bioarqueológico como bioquímico. Es decir, la ciencia y el conocimiento, el deseo por desenterrar lagunas del pasado, unido a los avances técnicos y tecnológicos del presente. 

Además, dicho estudio también viene a sumar un importante componente ético: contribuye a la causa que buscan desde hace varios años grupos y organizaciones que trabajan para devolver el conocimiento del pasado y los ancestros a las comunidades afroamericanas. 


Rebuscando en el pasado gracias al ADN

No es el único caso. La historia reciente está plagada de casos similares y, aunque quizá no tan numerosos, sí tienen algunos hasta nombre y apellidos. Por ejemplo, es el caso de Matilda McCrear, identificada como una de las prisioneras más jóvenes que transportó el Clotilda. Un barco estadounidense de esclavos que no sólo ha arrojado múltiples pistas sobre costumbres, artefactos de la época o hasta comida. También ha permitido detectar ADN humano, gracias a lo que los descendientes de McCrear, han podido conocer parte de su vida y su legado. Quizá hayan podido sanar una herida que tenían por desconocimiento. 

Tamara Lanier, residente en el estado de Connecticut demandó hace 4 años a la Universidad de Harvard por utilizar fotografías de los que ella declaró que eran sus antepasados, para la elaboración de un estudio. Alegaba que las fotografías fueron utilizadas sin su permiso para una investigación “supremacista”. Investigar y querer saber está bien y puede arrojar muchas luces sobre sobras consentidas en el tiempo, pero Lanier reclamaba su derecho a decir que no. O, al menos, a tener que ser preguntada antes.  Al parecer, la fotografía de un antepasado suyo incluso fue empleada para la portada de un libro de arqueología de la prestigiosa universidad. 

El tiempo nos dirá si futuras investigaciones respetan el derecho a conocer salvando también el derecho a no querer dejar. Hace tiempo que, afortunadamente, la esclavitud se abolió, pero todavía hoy quedan patentes las formas y maneras de creerse superior y llevarse las cosas sin permiso porque prima el derecho a dar a conocer por encima de la privacidad de los demás. 


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