¡INCENDIOS QUE ARRASAN VIDA!

En lo que llevamos de verano más de 286.000 hectáreas se han quemado en España, según datos del Sistema Europeo de Información sobre incendios forestales. Dicen los expertos que la superficie forestal quemada en lo que llevamos de año cuadruplica la media de la última década. Cerca de 388 fuegos han asolado zonas boscosas de Zamora, Salamanca,  Cáceres, Lugo o Castellón. Tras nosotros, Rumanía se sitúa como el segundo país con más superficie calcinada en Europa: un total de 149.172 hectáreas. 

Ademas, cientos de personas han vivido en propias carnes la necesidad de ser realojados en albergues, polideportivos y otros núcleos poblacionales cercanos. Lo hacían mientras los bomberos trabajaban a destajo para apagar los fuegos que se comían a bocados toda una vida de trabajo y vida. Aún es pronto para hacer balance económico de lo que ha supuesto el peor verano de las últimas décadas en cuanto a incendios pero seguro que las pérdidas son cuantiosas. 

Los incendios son fruto del cambio climático. Nadie duda de que quizá la intensidad y la gran propagación de los fuegos puede haber sido el resultado de las altas temperaturas vividas este año, pero todavía hay algunas voces que se alarman al no escuchar en boca de ningún mandatario que nuestros bosques y nuestros campos son los grandes olvidados.
Cuentan los mayores y los que han trabajado toda la vida en el campo, que una práctica rutinaria hace muchos años, era «quemar ramón» en invierno. Al poco, el ganado pastaba en la hierba virgen que renacía después. Y así la tierra permanecía tan limpia que llegada la época de más calor, no había fuego que expandirse con la facilidad con la que lo ha hecho este año. 


Los incendios dejan rastros de cenizas

Este verano de 2022 pasará a los anales como el peor año en décadas. Con devastadores incendios de gran intensidad y dimensiones que dejan como resultado grandes áreas oscuras llenas de ceniza. Tras un incendio queda la desolación, la impotencia y cenizas. Quedan casas arrasadas, montes, campos. El incendio se lleva todo a su paso.

También hay que tener en cuenta que la sociedad ha cambiado, En épocas anteriores, la de nuestros mayores, no había tanta gente que echara colillas por la ventanilla del coche. No se hacían barbacoas en zonas con riesgo de incendiarse ni tampoco dejaban cristales que pudieran hacer arder al mínimo rayo de sol y calor. Tal vez hace años había más conciencia de campo. No se oía hablar de cambio climático pero se intuía que, por lógica, había que cuidar aquello que nos daba de comer. 

Hoy nos rasgamos las vestiduras porque el calentamiento global hace arder nuestros campos. Pero se nos olvida que todo ese pasto abandonado en laderas, arcenes, en la base de los árboles que permanecen en pie en las zonas bajas del monte, puede arder y ser devastador. Puede extenderse con la misma facilidad con que surge una pequeña brizna de aire. Y ni los equipos forestales ni el personal que cada año se deja la piel para extinguir incendios puede hacer nada. Se nos ha olvidado el campo y su cuidado.

Y como dijo Fernández Vara en declaraciones tras el gran incendio que casi hace desaparecer Casas de Miravete: «Todo lo que hacemos en invierno contra los incendios está bien hecho? Probablemente no». Y si está en nuestra mano, ¿por qué nos empeñamos en ponerle puertas al campo y dejar de hacer lo que se lleva haciendo durante tantos siglos. Pongamos remedio o de lo contrario nos quedarán aún muchos veranos para lamentarnos. 


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