La semana pasada mi Real Madrid ganó su liga número 36 y en otra noche mágica en el Santiago Bernabéu, ganó al poderoso Bayern Munich. Se clasificó para jugar su decimoquinta final de Champions el 1 de junio en Londres. Soy socio del Real Madrid desde que tengo ocho años. Mi primer viaje fuera de España, con esa edad, fue a Bruselas a ver como mi Real Madrid ganaba su sexta Champions al Partizán de Belgrado. Después le he visto ganar 8 más.
Las remontadas del Real Madrid no son casualidad
Las remontadas del Real Madrid no son casualidad, suerte o ayuda de los árbitros. Hay que vivirlas para saber lo que son. He sido testigo presencial de muchas de ellas. La primera al Derby County en la Copa de Europa 75-76, derrota en Inglaterra 4-1 y remontada en casa 5-1. Después en la Copa de la UEFA 84-85, levantamos en cuartos de final un 3-0 al Anderlecht ganando en la vuelta 6-1 . Una noche inolvidable de Santillana y Valdano. Y en semifinales el Inter de Milán nos ganó 2-0 en la ida y en la vuelta remontada 3-0.
En la UEFA 85-86, en octavos de final en la ida el Borussia Moenchengaldbach nos ganó 5-1 y en la vuelta remontamos 4-0. En semifinales, el Inter en la ida nos ganó 3-1 y remontada en el Bernabéu con un 5-1. Y en la final de la Champions 2014 ganaba el Atlético de Madrid 1-0 en Lisboa y en el minuto 93 empata Sergio Ramos para terminar ganando en la prórroga 4-1.
En cuartos de final de la Champions 2016 el Wolfsburgo nos gana 2-0 en su casa y en el Bernabéu 3-0. En la Champions 21-22 las históricas tres remontadas al PSG, Chelsea y Manchester City. Los tres clubes con mayor poder financiero, para ganar la final en Paris al Liverpool. Pero la cosa venía de mucho antes. En la final de la segunda Copa de Europa que ganamos al Stade de Reims por 4-3 el Real Madrid de Di Stefano estuvo dos veces por debajo en el marcador y remontó hasta la victoria final. Y en la final de la sexta, en Bruselas, se adelantó el Partizan pero el Real Madrid remontó y ganó 2-1 con goles de Amancio y Serena. Era el Real Madrid de los ye-yes en el que aún jugaba Francisco Gento.
Las remontadas más históricas han sido en el Bernabéu. Un estadio no es una construcción de cemento sin más. Un estadio son además los aficionados que lo llenan con sus banderas y sus cánticos rituales. Y los jugadores que despliegan su talento y su esfuerzo. La unión entre jugadores y afición se siente hasta el punto de que, cuando se necesita, la hinchada se siente como en el césped empujando la pelota a la red.
El Real Madrid es el mejor equipo del mundo por más que otros, financiados por magnates o jeques cataríes, se gasten cada año mil millones en reforzar sus plantillas, en balde. El Real Madrid vive de lo que el propio club es capaz de generar, que es mucho. Además emplea el dinero mejor que nadie, porque no ficha a impulsos, sino que cada incorporación es consecuencia de un plan establecido que se lleva a rajatabla. El Madrid, como dijo mi amigo Jorge Valdano, “más que con dinero, donde no puede competir con los jeques, paga con gloria”. Dispone de los mejores jugadores, de un entrenador y un cuerpo técnico de máximo nivel, que juegan de maravilla, ganan títulos y generan ingresos millonarios.
Fue elegido Mejor Club del Siglo XX y va camino de reeditar en el XXI. La legión de antimadridistas que no desfallecen insisten en hablar de suerte y de ayudas arbitrales. No se hacen tantas remontadas por suerte ni lo árbitros salen al campo a ayudar al Real Madrid.
Muchas gestas en mi memoria
Desde Di Stefano, clave en la historia del Real Madrid, ha habido iconos representativos del Club como Gento, Amancio o Pirri. Han inculcado los valores y la fuerza de este club a varias generaciones. Esta el talento y también una entrega hasta el final inigualable. La historia del fútbol no sería la misma sin el Real Madrid. Y, como reza el himno de la décima, escrito por Manuel Jabois, le queda mucha historia por hacer. Nadie resiste sus ganas de vencer y como le dijo otro mito, Juanito, a los jugadores italianos antes de la remontada contra el Inter, “noventa minuti en el Bernabeu son molto longos”.
El miércoles pasado, cuando marco el Bayern de Munich, todos en el Bernabéu pensamos que ahí empezaba la fiesta y que no sabían los alemanes lo que se les venía encima. Y en dos minutos, dos goles de Joselu nos dieron la victoria. Joselu ejemplifica muy bien el madridismo. En la final de 2022 en Paris, él acudió, siendo jugador del Espanyol de Barcelona, como público a animar a su equipo en el que juega, además, su cuñado Carvajal. Dos años después ha dado el pase a la final a su equipo del alma y forma parte ya del santoral madridista.
Que honor siento por ser socio desde hace 60 años del Real Madrid. El mejor equipo del mundo en cualquier deporte, la institución deportiva más prestigiosa del planeta. Tantas gestas quedan en nuestra memoria. Haberlas vivido presencialmente es una de las muchísimas cosas buenas que me ha dado la vida. Formar parte de esta tribu y practicar los rituales de las grandes noches es un placer del que tengo la suerte de disfrutar, además, generalmente con mi hijo, y pronto también con mi nieto. Generación tras generación corre madridismo por nuestras venas. Hasta el final, vamos Real.
Soy madridista por encima de todo, pero gracias a los lazos que me unen con Mario Díez, soy también muy del Real Oviedo, aunque no haya nacido ni vivido en el Principado. Y este año el Real Oviedo está cerca de ascender a Primera. Sueño con ver un Real Madrid-Oviedo, en el Bernabéu y en el Carlos Tartiere. Un estadio también bellísimo y con mucha magia. No diré eso de que tendré el corazón dividido porque mi corazón es blanco, pero disfrutaré de mis dos equipos junto a mi hermano del alma, y gane el que gane saldré feliz de ambos estadios.