A lo largo del año 2022 aumentaron los suicidios un 5,6%. Según los datos que arroja el informe titulado «Defunciones según la causa de la muerte» que elabora el Instituto Nacional de Estadística. 4.227 personas murieron por esta causa en 2022, frente a las 4.003 que se registraron el año anterior. La de 2022 es, con creces, la cifra más alta de la historia. El suicidio vuelve a ser la primera causa de muerte por causas externas, muy por delante de otras como el ahogamiento, la sofocación, la sumersión o las caídas accidentales. En cifras, las caídas accidentales fueron causa de 1.811 muertes en 2022, el ahogamiento, la sumersión y las sofocaciones accidentales generaron 1.794 muertes y, por último, los accidentes de tráfico fueron causa de muerte de 760 personas.
En los últimos cinco años, las muertes por suicidio han aumentado cerca de un 20%. Y en el 2023 que estamos a punto de finalizar parece que se mantendrá la tendencia. De hecho, entre el mes de enero y el de junio se registraron 1.967 muertes por suicidio. Y como en muchos otros aspectos, las cifras varían en función del sexo. Siendo en hombres más numerosas las muertes por suicidio que en mujeres. Andalucía, Cataluña o la Comunidad Valenciana encabezan el ranking entre las comunidades autónomas donde más suicidios se registran.
Por edades, en hombres el primer pico de suicidios que registra el INE es para el tramo de edades comprendido entre los 55 y los 59 años. Se mantiene estable en las dos décadas siguientes y vuelve a crecer a partir de los 80 años, cuando vuelve a dispararse. En el caso de las mujeres, la tendencia es similar, pero es a partir de los 95 años cuando se alcanza la máxima tasa.
Primera causa de muerte en jóvenes y adolescentes
En jóvenes y adolescentes el suicidio también es la primera causa de muerte, tal y como difundió la Universidad Complutense de Madrid en una nota de prensa emitida en el mes de julio. Los datos se extrajeron del Informe sobre la Evolución del suicidio en España en la población infantojuvenil (2000-2021), elaborado por el investigador principal del Grupo de Investigación en Epidemiología Psiquiátrica y Salud Mental de la Universidad Complutense de Madrid, Alejandro de la Torre, junto a investigadores del CIBERSAM con datos del INE.
Tal y como se indica en la citada nota, de este estudio se desprende que se observa que en adolescentes “se observa un aumento significativo del número de suicidios del 32,35% entre 2019-2021 (pasando de 34 a 45 fallecidos), aunque este aumento no se explica por la aparición de la pandemia”. Asimismo, indican que “la tendencia creciente que se ve de mortalidad por suicidio en España desde 2018, parece ser también la tendencia en adolescentes”.
Lo cierto es que la situación en los últimos 40 años ha empeorado. Hoy se dan un 128% más de casos que hace cuatro décadas. Y entre las razones que llevan a una persona a suicidarse se encuentran algunas como el malestar general, el dolor crónico, las situaciones traumáticas o la violencia. Además, es destacable que la pandemia por COVID exacerbó los factores de riesgo asociados a conductas suicidas. La pandemia amplificó también los factores de riesgo asociados al suicidio como pérdida de empleo, pérdida económica, traumas y abusos, trastornos mentales o las barreras de acceso que aparecieron en el acceso a la atención de la salud.
Suicidio, un problema de salud pública mundial
El suicidio es “un problema de salud pública mundial”, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud. Cada año, “más de 700.000 personas pierden la vida como consecuencia del suicidio. Y Hay indicios de que, por cada persona adulta que muere por suicidio, podría haber más de 20 que intentan suicidarse”.
Es importante que se pongan en marcha programas de sensibilización y vigilancia para toda la población. Porque no todas las personas que se suicidan tenían problemas mentales a la hora de darse muerte. Ni todas las personas que actualmente sí los tienen, presentan conductas suicidas. Podría decirse que el suicidio es “el gran desconocido”. Por ello es de vital importancia que existan programas de análisis, colaboración, sensibilización y vigilancia. A nivel educativo y médico. También a nivel social.
Desde la OMS indican que es importante que se vele para que “se limite el acceso a los medios de suicidio, por ejemplo con restricciones a plaguicidas tóxicos y armas de fuego” a aquellas personas que pudieran estar en riesgo de suicidio. Además, recomiendan “interactuar con los medios de comunicación para que informen de forma responsable sobre el suicidio”. Además de que se desarrollen “aptitudes socioemocionales para la vida de los adolescentes”. Y se trabaje para que se pueda “detectar, evaluar, gestionar y sea posible hacer seguimiento a tiempo de cualquier persona con conductas suicidas”.