En nuestra vida cotidiana tenemos a nuestro alcance muchas aplicaciones que funcionan a base de inteligencia artificial y que, sin duda alguna, nos la hacen más sencilla. Desde el correo electrónico, el traductor de Google o Skype, los sistemas de geolocalización que llevamos en el coche, los smartphones, pasando por el mismísimo microsoft word y derivados con los que redactamos estas líneas.
Vivir sin muchas de ellas nos haría pensar que nos falta algo o que sin nada que nos oriente, no podemos seguir. La inteligencia artificial crece cada día. Lo está haciendo sin freno y, al parecer de muchos, sin unos límites que marquen hasta dónde puede llegar. O hasta dónde puede crecer sin atemorizarnos o sin volvernos locos del todo. Personalidades como Stephen Hawking o Elon Musk- consideran que éste es el momento adecuado para que se empiece a hablar de que la inteligencia artificial se plantea en un panorama casi ilimitado. Aunque esto, en realidad, preocupe.
En los últimos meses el Chat GPT es uno de los principales temas de conversación entre docentes, periodistas o investigadores. Se preguntan si, con un manojo de límites legales, será posible que continúen realizando sus tareas profesionales sin sentirse del todo amenazados. Chat GPT es, según muchos, la herramienta de inteligencia artificial más popular del mercado en la actualidad. Y esto es debido a la facilidad de uso y la rapidez en sus respuestas. Por su parte, en medicina los programas de reconocimiento facial están funcionando a la perfección para estudios contra la demencia al ser capaz de detectar señales que llegan a ser invisibles para el ojo humano. Las herramientas de análisis de datos, modelación de voz o análisis predictivo también son foco de debate en la actualidad. Quizá tratan de adentrarse tanto en el aspecto humano, tratan de igualarse tanto, que acabarán sustituyéndolo.
Impacto de la inteligencia artificial y límites legales
En 2021 los ministros europeos de Telecomunicaciones se reunieron para avanzar de una manera coordinada y evitar las derivas peligrosas que podría tener el crecimiento de la inteligencia artificial de forma descontrolada. Estableciendo una serie de límites legales, normativos, se evitarían derivas peligrosas. Y como ya avanzo el entonces comisario europeo de Mercado Interior Thierry Breton, siempre se trabajará con el objetivo de “proteger a los ciudadanos e impulsar la innovación”.
No obstante, usos como el cuidado de dependientes, de enfermos o el hecho de que ancianos y niños acaben estableciendo “empatía artificial”, por ejemplo con robots, ha hecho que salten todas las alarmas. Más allá de que la inteligencia artificial pueda desterrar profesionales creativos, de la enseñanza, del periodismo, etc. y estos acaben siendo sustituidos por la IA.
Desde el Parlamento Europeo se ha propuesto perseguir un objetivo claro: proteger a los humanos del daño que pueda ser causado por los robots, respetando siempre la dignidad humana. ¿Cómo? Se plantean cuidar con especial cercanía aspectos como el respeto al rechazo a ser cuidado por un robot. Pero también la protección de la libertad humana frente a los robots. También la protección de la privacidad y el correcto uso de los datos. Especialmente en torno a vehículos autónomos, drones, asistentes personales o robots de seguridad.
Quieren también que la inteligencia artificial no suponga la disolución de los lazos sociales permitiendo, en este caso, que sean los robots los que monopolicen las relaciones en determinados grupos de personas. También quieren promover la igualdad en el acceso al progreso en robótica. Y es porque afirman que la brecha robótica (como ya ocurre con la brecha digital), puede aparecer y perpetuarse. Por último, desde el Parlamento Europeo quieren que haya restricción de acceso a las tecnologías de mejora, regulando la idea del transhumanismo y la búsqueda de mejoras físicas y/o mentales.
Y en torno a todo ello, existen cientos de documentos que tratan la ética en la robótica o en la inteligencia artificial. Entienden los expertos que todo este avance tecnológico que supone la inteligencia artificial debe estar regulado a nivel ético y moral. Les asusta, como nos asusta al resto, que nos roboticemos tanto que perdamos la empatía y las emociones en general. También que dejemos de socializarnos y perdamos lo que realmente nos hace humanos: la capacidad de razonar.
La incertidumbre, una vez más entra como actor protagonista en todo esto de los avances, los robots y la IA. En cierto sentido los avances logrados en la última década (por no remontarnos a la última mitad de siglo) son inimaginables. Pero su evolución es incierta. Al igual que la deriva y las consecuencias que puede tener todo ello sobre toda la sociedad. Por ello, regularlo y establecer marcos éticos, morales y legales deben empezar a ponerse sobre la mesa a medio plazo. La velocidad a la que avanza todo no permite retrasarse más.