El Ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nos tiene recluidos ya dos meses, privados de derechos fundamentales y gobierna a golpe de decreto, en secreto y nos miente con rutina diaria. Sin fallo en eso. O sea que hace lo que se le pone y nos trata como a un rebaño sin ninguna inmunidad, aprovechando el miedo a la pandemia. Ha habido mucha docilidad, mucho miedo y mucha pasividad. La muerte estaba ahí, convertida en el pico al que nunca se llegaba, en porcentajes insoportables y curvas sin freno. Porque los féretros que nos enseñaban las teles y los diarios eran de fuera, y aquí se enterraba a la gente también en secreto oficial. La supresión de derechos fundamentales, en cualquier Estado de Derecho, requiere de un control absoluto del Parlamento, pero aquí a Pedro y Pablo se la suda todo menos mantenerse en el machito. Ordeno y mando.
Pero mucho personal ha pasado ya del cabreo sordo a la protesta en la calle. El foco inicial ha sido en el barrio de Salamanca de Madrid, lo cual ha llevado a la sectaria y antigua izquierda española a hablar de la rebelión de los pijos, a reírse de los que protestan con sus cacerolas.
Y Ferreras, en su secta vomitiva, se inventó que había manifestantes con palos de golf (como si uno no pudiera manifestarse como le venga en gana, con palo de golf, cacerola o una raqueta de ping pong si le place), cuando las imágenes acreditaban que eran una escoba y un bastón. Pero la verdad no le importa a la izquierda caviar, y a Ferreras tampoco, que se inventa igual lo de los palos de golf que se inventó el 11-M lo de los terroristas suicidas con tres capas de calzoncillos. Ferreras miente a braga quitada, que diría Umbral, pero le falta la conmovedora sinceridad de Felipe González para hacerlo bien.
Es peligroso lo de los pijos. Porque no todos los pijos son de derechas. Igual que tenemos a aristócratas comunistas están también los pijo-progres, que son los peores, y abundan, sobre todo en Madrid y Barcelona. Pero hay mucho ignorante de las tribus sociales. Los pijos es verdad que suelen ser gente de la derecha, pero quien sepa algo de la calle sabe que no todos los de derechas son pijos, sino clase media, más o menos acomodada, y últimamente incluso cada día más clase obrera. Porque las crisis igualan por abajo. Y la izquierda española, anclada en el Siglo XIX, confunde tambiénclase con ideología, en especial los de Podemos, cuyos líderes han aprovechado el partido que manejan como un cortijo para escalar de clase y montárselo en Galapagar, o en el mismo barrio de Salamanca.
El distrito de Salamanca alberga a millonarios de toda la vida, sí. Muchos. Pero también a muchos pensionistas, autónomos y profesionales liberales que están jodidos, y cabreados, y hartos de estar encerrados. Y también da cobijo a políticos que se lo han montado para forrarse en sus cargos como José Bono y Felipe González, e incluso a políticos a los que les cunden el sueldo y las dietas, como a Odón Elorza, el denunciado en un sucio caso de graves delitos sexuales. Hay mansiones extraordinarias, con suelos de madera noble, techos de casi tres metros y habitaciones y salones amplios (como la de González), otras más modernas con ventanales espectaculares que dan a El Retiro (como la de Bono), pero conozco también muchos pisos de 50 o 60 metros donde las mejores vistas son a patios interiores donde divisar las bragas y los gayumbos de los vecinos mientras se secan.
Que la protesta de las cacerolas se originara en Núñez de Balboa no debiera llevar a la izquierda tan caviar a despreciar el movimiento, que ya se ha extendido por todo Madrid y toda España, porque ya se sabe que las grandes revoluciones las ha hecho la burguesía. Pero esto no es todavía una revolución, aunque si un movimiento en defensa de las libertades y el estado de Derecho. Mi amigo Julio Anguita (que pérdida para la política española) me enseñó que nunca hay que estar con las siglas, sino donde esté quien defiende el sistema democrático y las libertades públicas. Así lo hizo él, y eso le llevó a Felipe González a decir de él “Anguita y Aznar son la misma mierda”, una frase para la historia que le retrata a González y me viene al pelo.
Recuerden que Anguita fue el primero en decir públicamente que Felipe González era el señor X del terrorismo de Estado de los GAL. Porque limitarse a constatar que en las protestas hay gente de derechas es de una miopía política alucinante. Como lo es mantener hoy en día que la bandera de España es un símbolo ultraderechista, cuando es la bandera de todos los españoles, pero claro, quienes lo sostienen desconocen que la bandera rojigualda no es una bandera creada por el franquismo sino que se empleaba ya en 1793, y que con Carlos IV se amplió su uso a las plazas marítimas, castillos y defensas de las costas. Y después fue la bandera de España incluso durante la Primera República, herida de muerte desde su nacimiento, la República, no la bandera.
Fijarse solo en que las protestas nacieron en el barrio de Salamanca es como fijarse en el dedo en vez de mirar a la luna. Y no ser consciente además de que esta crisis, que está empezando todavía, nos va a igualar a casi todos en la ruina, y por ende nos igualará en la protesta, que inevitablemente para Pedro y Pablo será masiva. Pero claro, a ellos la crisis no les afectará porque tienen el riñón cubierto, no tienen problema de vivienda ni de salario, como los millonetis de verdad, no como los pijos que protestan con sus cacerolas.
Pedro, Pablo y sus cuates no sacarán las cacerolas, porque las tienen llenas. Pero la protesta no la van a poder evitar ni con tres marlaskas enviando lecheras a cada manifa. No es una rebelión, pero se le parece, porque el personal, el rebaño para ellos, está hasta los cojones de ellos, de sus mentiras y de su política nada democrática. Esto no va de siglas. Va de libertad, derechos civiles, desempleo y hambre. Con pijos o sin ellos. El rebaño se ha hartado. Hasta aquí ha llegado la mansedumbre.
Con el debido respeto, señor Miralles, y reconociendo que Felipe González está lejos de ser un líder (o exlíder, como se quiera verlo) que merezca mi respeto, como tampoco lo merece su sucesor en el cargo (a quien le debemos una participación en una guerra en la que no teníamos nada que hacer), considero que la política española actual es un verdadero caos y no precisamente ni solamente por las actuaciones del gobierno actual, sino también y por mucho por la actuación y falta total de civismo que puede observarse en el conjunto de la derecha española.
Es hora de cuestionarnos todos y dejar los partidismos absurdos de lado: parafraseando a un escritor francés del siglo XX, Robert Escarpit, va siendo hora de ver y opinar no con el ojo derecho ni con el ojo izquierdo, sino con los dos ojos.