DE LA NECESIDAD DE UN REFERÉNDUM

Existe cierta inquietud en la opinión pública acerca de lo que traerá el advenimiento de la «Frankenstein 2.0» atendidas las peticiones cursadas por los futuros asociados de Sánchez, como JUNTS, ERC, SUMAR o ETA BILDU, que contradicen, en todo o en parte, la vigente aún Constitución Española de 1978. En este sentido, el bueno de Pere Aragonés tiene declarado en el Senado que para investir a Sánchez «la amnistía es sólo el punto de partida» porque después, a renglón seguido, debe aprobarse «un referéndum de independencia» vinculante, sin perjuicio, por supuesto, de seguir reclamando más y más pasta. Más inversiones, más transferencias y la compensación del supuesto déficit fiscal existente entre el Estado y dicha CCAA que, en realidad, esconde la condonación a plazos de la ingente deuda pública catalana. 

Lo más cierto, sin embargo, es que fue el General el que empezó a darle hilo –mucho hilo- a la cometa de las provincias catalanas y vascongadas para ahorrarse problemas personales. Luego, los imitamonas de la PPSOE desde su espúrea transición han seguido dándole carrete –léase dinero- a esos mismos «indepes» y por las mismas razones para utilizarlos, a través de la LOREG, como bisagra del bipartidismo inicial que después ha degenerado en la actual PPSOE.


Una apariencia de democracia por la creencia a la PPPSOE

Todo esto, además, no es fruto de ninguna casualidad porque ese «Franquismo 2.0» que ahora vivimos fue diseñado en tiempos del General y reconocido por él mismo cuando, en 1969, dijo aquello de que todo quedaba “atado y bien atado”. A partir de ahí, la maquinaria estatal que, hoy como entonces, controla todos los resortes del poder y de la comunicación a gran escala, ha conseguido crear esta apariencia de democracia gracias a convertir a los ciudadanos en creyentes en la PPSOE.   

Digan lo que digan, creo que en todas las CCAA existe todavía una mayoría más o menos grande que se siente española, esto es, parte de la Nación española y que, por tanto, quiere seguir perteneciendo al Estado español, sin renegar de su lugar de origen. No niego tampoco que, en las mismas, también viva una minoría separatista, más o menos grande, que normalmente obedece más a criterios económicos que políticos. La manipulación constante, a través de los grandes grupos de desinformación y del equipo de opinión sincronizada, a unos les ha hecho creer que fuera del estado español tendrán más oportunidades y serán más ricos, y a los otros que en algunos territorios existe una amplia mayoría que se quiere separar. Ninguna de esas dos premisas es cierta.

No obstante, el ciudadano medio tras pasar por ese continuo adoctrinamiento –incluido el de las aulas- considera que unos territorios son más históricos que otros –frente a la Igualdad que predica la Constitución-. Y además, deben ser compensados, cuando esas diferencias traen causa precisamente del favoritismo a la hora de invertir desde los años 60, circunstancia que, para más inri, se ha hecho y se hace a costa del «Resto de España«.  


Las Comunidades Históricas son parásitos del «Resto de España»

Así las cosas, las mal llamadas «Comunidades Históricas» se han convertido en unos auténticos parásitos del «Resto de España» –aunque no lo crean- y por esta razón quizá éste sea un buen momento para, aprovechando sus reclamaciones, plantear un referéndum, siguiendo el mecanismo habilitado en la Constitución, en el que se pregunte tanto a los residentes de las mismas como a los residentes en las demás, a todos, si quieren seguir manteniendo esos privilegios o apuestan por una España de Territorios Libres e Iguales.

De ganar la igualdad, el Estado tendría toda la legitimidad para proceder en consecuencia eliminando todos los beneficios y prebendas de esas «Comunidades Históricas» que, por supuesto, si gana la separación, tendrían derecho a abandonar el Estado español si no quieren participar en términos de estricta igualdad a todos los niveles, pasando obviamente por caja para compensar todo lo que se les ha dado de más desde los años 60. 

Siempre había pensado que eso de la «Unidad de España» era un valor a tener en cuenta –maldito adoctrinamiento- aunque ahora me doy cuenta con claridad de que la unidad actual es falsa por cuanto existen unos territorios privilegiados a costa de los demás. Yo no quiero vivir dentro de ese apartheid político y económico donde los parásitos, empezando por las provincias catalanas y vascongadas y terminando por la PPSOE, no solo confiscan con sus impuestos mucho más de la mitad de lo que ganas, sino que además expropian el futuro de ese «Resto de España» para entregárselo a esos territorios ingratos a cambio de mantener el Poder. Cada vez tengo más claro que los que necesitamos de verdad ese referéndum somos los del «Resto de España».


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