El verano puede ser provechoso. Tenemos más tiempo y entre otras muchas cosas podemos repasar alguna de esas películas importantes. Una de ellas es, sin duda, «Brubaker«. Un título que nos ayuda a entender lo que pasa exactamente hoy en esta España varada en la canícula. Dirigida en 1980 por Stuart Rosenberg y protagonizada por Robert Redford, la película está basada en el libro homónimo de Hyams y Murton que, a su vez, se inspiraron en unos hechos acaecidos a finales de los 60, en Arkansas, y que desembocaron en la reforma de su corrupto sistema penitenciario.


Brubaker: una semilla de cambio y justicia

En la película, el nuevo alcaide de la Prisión de Wakefield, Henry Brubaker (Robert Redford), patrocinado por una reformista del gabinete del Gobernador, entra en la misma como un preso común para conocer de primera mano las condiciones en las que viven los presos y pronto es testigo indiciariamente de su mal estado y de la corrupción e impunidad con la que actúan sus regidores. Después, conocerá esa corrupción en toda su dimensión y ésta acabará por engullirle. 

Brubaker trata de aportar soluciones empero choca con la Administración que lo contrató y su corrupción sistémica. El presidente de la misma, por ejemplo, es el dueño de una aseguradora que tiene aseguradas un sinfín de cosas de la prisión que, sin embargo, no existen. Todo explota cuando, tras el asesinato de un preso que quiso revelar los secretos que escondía la institución, descubre un cementerio clandestino con 200 cuerpos de prisioneros asesinados por no plegarse al «sistema«. La Administración –quizá les suene- trata de taparlo y le prometen todas las mejoras e inversiones que no habían hecho durante años si se olvida del asunto (total están ya muertos).

Sin embargo, Brubaker sigue adelante con la investigación y los políticos, entonces, reaccionan creando una comisión para enterrarlo todo y volver a las andadas con un nuevo alcaide de su cuerda. No obstante, esa semilla del cambio y de la justicia sembrada por Brubaker termina por germinar y, primero, una investigación periodística pone al descubierto todos los chanchullos y, después, una rebelión de los presos provoca que su denuncia llegue al Tribunal Supremo que ordena la reforma o el cierre de dicha institución al comprobar lo inconstitucional de su funcionamiento.   


A España le falta un brubaker que acabe con el desorden y la corrupción

España es ahora mismo esa Prisión de Wakefield. Nos falta un Brubaker que acabe con tanto desorden y corrupción. La PPSOE ha sido el alcaide durante estos 45 años de falsa democracia y de un «sistemita» podrido de cabo a rabo. Polibio, en su teoría de la «anaciclosis«, ya nos advirtió que todo régimen político tiende a degenerarse. Años después, Robert Michels, en su libro «Los partidos políticos» (1911), formuló la «ley de hierro de la oligarquía» señalando que las organizaciones cuando crecen se burocratizan y crean una élite, una oligarquía, que rompe con la eficiencia y la democracia interna de esa organización y que acaba imponiéndose a la misma.

Comparen esta ley con lo que ocurre tanto en el PSOE como en el PP y saquen sus propias conclusiones. Asimismo, la psicología de las masas ha apostado siempre por el liderazgo, tendiendo incluso al culto a la personalidad. Robert Michels concluye que “tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría» y que lo único que puede hacer la masa, entonces, es sustituir a un líder por otro.  

Lampedusa dio un paso más en «Il Gattopardo» donde un personaje pronuncia la famosa frase de “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Algo que viene practicando en España la PPSOE desde el 75. Lo mismo que con Brubaker. La PPSOE lleva cambiando a un líder por otro para que nada cambie desde hace casi 50 años. Se trata de una alianza para que todo continúe como con el General: atado y bien atado. Esa alianza que cierra filas para que sea prácticamente imposible saltar a la palestra política sin su permiso.

Un pacto desde el poder y por el poder con el que lo controlan prácticamente todo menos el voto. De ahí la polarización y el adoctrinamiento continuos. Por eso, la única solución es dejar de votar a la PPSOE y votar por cualquiera de los demás. La única. Cada voto cuenta y tú puedes provocar también un cataclismo como el que provocó Brubaker si no vuelves a votar a la PPSOE nunca jamás.


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2 Comments

  1. says: Roberto Peralta Yago

    El único cataclismo que veo posible es que la abstención en unas generales supere el 80 o el 90%. Pero, contando con el voto que “aseguran” los funcionarios enchufados a dedo y demás chiringuitos montados por la PPPSOE dudo que se pueda llevar a esa cifra. Y, aún con todo, estaría por ver si la PPPSOE “entendía” el mensaje o seguirían aplaudiendo la calidad democrática de esta oligarquía de partidos. Los veo capaces…

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