ASÍ ENTRÉ EN LA PRISIÓN DE BANG KWANG

El ciudadano español, Daniel Sancho ha copado todos los escaparates mediáticos tras su condena a cadena perpetua en Tailandia por acabar con la vida y descuartizar después al ciudadano colombiano Edwin Arrieta. Una vez dictada la sentencia fue trasladado desde la prisión de la isla de Koh Samui, donde ocurrieron los hechos y fue juzgado, hasta la cárcel de Surat Thani. Al sur de Tailandia, en la península de Malawa, donde va a vivir en peores condiciones. Dado que la defensa ha anunciado que va a recurrir la condena, Sancho es considerado aún preso preventivo al tener aún pendiente la resolución de sus recursos, lo cual puede prolongarse más de un año.


Bang Kwang: una prisión que devora a sus habitantes

Una vez agotados los recursos, con la condena ya firme, será trasladado a la temida prisión de Bang Kwang. La que se conoce como “El gran tigre” por cómo devora a sus habitantes. Un elevado porcentaje de reclusos de esta prisión son extranjeros condenados por asuntos de droga, que se juntan con los presos tailandeses más peligrosos.

En enero de 1984 había seis españoles presos en Bang Kwang, condenados por tráfico de drogas. Tras contactar con sus familias, viajé a Bangkok junto a mi compañero en Diario 16 Carlos Monge para tratar de entrar en “El gran tigre” y hablar con ellos. El embajador español nos hizo ver que era imposible acceder a la prisión más peligrosa de Tailandia siendo periodistas. Nos desaconsejó intentarlo, aduciendo además que podría originar un problema diplomático.

Carlos y yo seguimos adelante con nuestro propósito. Bang Kwang está situada en el extrarradio de Bangkok, junto al río Phraya. Primero acudimos dos días a observar los movimientos de entrada y salida de la prisión desde primera hora de la mañana hasta el atardecer. Había decenas y decenas de familiares que entraban por la mañana y por la tarde. Frente a la prisión, junto al río, había un merendero cubierto en el que los familiares almorzaban tras la visita mañanera para volver a entrar por la tarde. Un ciudadano francés que acudía cada día a visitar a un amigo preso nos comentó que creía imposible que nos dejaran entrar si nos identificábamos como periodistas. Y, menos aún con cámaras para hacer fotos.

Al tercer día acudimos Carlos y yo, trajeados. Nos presentamos diciendo que éramos diplomáticos españoles, dimos los nombres de los presos a los que queríamos ver y le entregamos a un funcionario discretamente 400 dólares. Le entregamos unas cartas, unos libros y unas medicinas que nos habían dado sus familiares. Nos prometió que se las entregarían. Carlos y yo llevábamos escondidas en los calzoncillos dos cámaras de fotos minúsculas.

Tras una espera en un despacho de la dirección de la prisión, dos funcionarios nos indicaron que los acompañáramos. Atravesamos un patio inmenso, en el que se encontraban decenas de presos hacinados. Cruzamos una galería en la que a un lado y otro del pasillo había celdas estrechas llenas de presos. El olor era insoportable. Finalmente llegamos al espacio reservado para las comunicaciones con los reclusos. Entre el visitante y el preso, dos rejas y un pasillo por el que caminaban funcionarios de un extremo a otro para evitar que se les pudiera entregar nada a los presos.


Un relato aterrador y terrorífico en Bang Kwang

Carlos y yo intentamos que nos dejaran ver a los seis españoles en una habitación, pero no lo conseguimos. Estuvimos dos horas charlando con ellos. Nada más aparecer les dijimos que no éramos diplomáticos, que había sido una treta para poder entrar. Les dijimos que éramos periodistas de Diario 16 y que queríamos hacerles una entrevista para denunciar la situación en que se encontraban. Nos dijeron que tenían escrita una carta para el Rey de España, Juan Carlos I y que intentáramos que les autorizaran a entregárnosla.

El relato que nos hicieron fue aterrador. Todos ellos estaban enfermos y no recibían tratamiento. Vivían hacinados, durmiendo en el suelo de las celdas. Cada mañana, al amanecer, los sacaban a un patio. Los hacían sentarse en corro en calzoncillos. Y, los funcionarios seleccionaban aleatoriamente a un preso, le ponían en el centro del círculo y le apaleaban con porras de madera. Cada día a uno elegido al azar. Y les decían que eso era lo menos que les iba a suceder si no cumplían con las normas.

La alimentación era escasa y sólo tenían contacto con sus familias a través de cartas. Un funcionario de la Embajada española los llevaba semanalmente una pequeña cantidad de dinero para que pudieran pagar por recibir más alimentos. También recibían ayuda frecuente, espiritual y material, del padre jesuita Miguel Garaizabal, que reside y trabaja en Tailandia desde 1966. “Las visitas del padre Garaizabal nos han permitido no hundirnos del todo, es un hombre excepcional que nunca se olvida de nosotros” nos dijeron. El relato era terrorífico. Se les veía demacrados, delgados y psicológicamente destruidos. Tenían esperanza en que pudiéramos entregarle al Rey Juan Carlos I su carta para que intercediera por ellos.


Sancho sin posibilidad ahora de salir de Tailandia

Carlos y yo pudimos sacar nuestras cámaras y disparar sin saber cómo saldrían las fotos. Al terminar la comunicación le solicitamos al funcionario al que habíamos sobornado que nos sacara la carta de los presos. Tras pagarle otros 100 dólares accedió. Salimos de la prisión, regresamos a Madrid y publicamos una serie de reportajes con su testimonio denunciando las condiciones en que vivían. La carta dirigida al Rey no la abrimos, dado que no éramos los destinatarios de la misma. Eso sí, solicitamos una audiencia a Su Majestad para entregársela.

En tan sólo 48 horas nos recibió Juan Carlos I a Carlos Monge y a mí junto a Pedro J. Ramírez, director del periódico. Estuvimos casi tres horas con el Rey, que nos pidió que le contáramos con detalle lo que habíamos vivido. Nos garantizó que iba a hacer lo posible por conseguir que los seis españoles pudieran regresar a nuestro país para terminar de cumplir aquí sus condenas. Algo más de un año después, las gestiones reales lograron que el Rey de Tailandia incluyera a los españoles en un indulto y pudieron regresar a España.

Fuentes diplomáticas me explicaron esta semana que Daniel Sancho, de entrada, una vez anunciados los recursos contra la condena, hasta que se resuelvan no tiene posibilidad alguna de salir de Tailandia. Una vez que la sentencia sea firme será trasladado sí o sí a Bang Kwang. Y, al menos tendrá que cumplir entre 8 y 10 años en Tailandia. Una vez que los cumpla, sumados a lo que ya lleva, tiene dos posibilidades. 

La primera pasa porque pueda acogerse a un convenio firmado en 1983 entre España y Tailandia para que pueda terminar de cumplir su condena en España. Para ello, la sentencia ha de ser firme. También ha de haber cumplido la tercera parte de su condena. Pero, ¿cómo calcular la tercera parte de una condena a cadena perpetua? La salida sería considerar la cadena perpetua tailandesa como equivalente a la prisión permanente revisable, cuyo periodo de seguridad se movería entre los 25 y los 30 años. Una tercera parte situaría entre los 8 y los 10 años el tiempo que Sancho debería cumplir en Tailandia en “El gran tigre” antes de poder regresar para cumplir el resto en una cárcel española.


La colaboración con la Policía le libra de la muerte

La otra posibilidad es que las gestiones diplomáticas españolas, en las que me aseguran que intervendría no solo Felipe VI, sino también Juan Carlos I, logren que el Rey de Tailandia, Rama X, le conceda un indulto. Normalmente el monarca tailandés concede indultos el 28 de julio, fecha de su cumpleaños. No hace mucho, le concedió una conmutación de pena de muerte por cadena perpetua al español Artur Segarra. Preso en Bang Kwang por asesinar a su amigo David Bernat en Bangkok.

Fuentes diplomáticas españolas me dicen que “la prisión de Bang Kwang de hoy no es diferente a la que conociste en 1984. Las condiciones de vida son infrahumanas, la mayoría de los presos están enfermos y no reciben tratamiento, la alimentación que se les suministra a los reclusos es insuficiente. Y, solo los que disponen de dinero pueden acceder a una comida mínimamente decente, la violencia es severa y diaria y los malos tratos de los funcionarios son también habituales”.

Daniel Sancho se libró de ser condenado a muerte por haber colaborado con la Policía. Nos obstante, Tailandia hace mucho tiempo que no ejecuta a extranjeros. Solo consuma condenas a muerte de nacionales que han cometido delitos contra la monarquía o contra la seguridad del Estado. Normalmente, a los extranjeros condenados a muerte se les conmuta por cadena perpetua.

Los familiares de Edwin Arrieta, la víctima de Daniel Sancho, han reiterado que ellos nunca solicitaron ni deseaban la condena a muerte de Sancho. No se muestran partidarios de que sea trasladado a España a cumplir su condena. Los abogados de Sancho tienen la intención de intentar retrasar el máximo posible el inevitable traslado de Sancho a Bang Kwang, conocedores de las condiciones de vida de los presos en “El gran tigre”.


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1 Comments

  1. says: Charlie Fripo

    Ahora quieren blanquear al nene este, el crimen que cometio es atroz, por lo tanto debe pasar el resto de su vida en el penal, es un peligro para la sociedad. En el gran tigre aprendera lo que es bueno, es mas recibira los correctivos que en su familia no recibio a tiempo.

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