Ayer, 3 de mayo, se celebró el Día Internacional de la Prensa Libre. Una jornada para reflexionar sobre la importancia de un periodismo independiente y crítico. Sin embargo, en España, la libertad de prensa es prácticamente inexistente por la dependencia de los medios de comunicación de la publicidad institucional. El dinero público, lejos de ser neutral, condiciona las líneas editoriales y fomenta la autocensura.
La publicidad institucional, gestionada por el Gobierno y otras administraciones públicas, representa la fuente mayoritaria de ingresos para muchos medios españoles, especialmente en un contexto de crisis económica y transformación digital que ha mermado los ingresos tradicionales. Esta dependencia crea un conflicto de intereses evidente. Los medios que critican al poder corren el riesgo de perder estas subvenciones encubiertas. Aquellos alineados con el Gobierno aseguran su estabilidad financiera. El resultado es una prensa que, sistemáticamente, prioriza los intereses políticos sobre la verdad.
Prensa libre vs Opinión sincronizada
“Equipo de opinión sincronizada” es el término que ha triunfado para describir este fenómeno. Esta expresión, utilizada por analistas y críticos, se refiere a la alineación de ciertos medios de comunicación con las narrativas del Gobierno, especialmente en temas políticamente sensibles. Estos medios, lejos de ejercer un contrapeso al poder, (que es para lo que está concebido el periodismo) actúan como altavoces de las agendas oficiales, repitiendo mensajes coordinados que refuerzan las posiciones del Ejecutivo. Ejemplos recientes hay a patadas: la pandemia, las leyes de género, la amnistía, el feminismo, el independentismo… El equipo de opinión sincronizada inocula la consigna del Gobierno en la sociedad y las voces disidentes somos minimizadas o directamente ignoradas.
Esta sincronización no solo erosiona la pluralidad, sino que socava gravemente la confianza de los ciudadanos en el periodismo. Según encuestas recientes, más del 60% de los españoles perciben que los medios están influenciados por intereses políticos o económicos, lo que alimenta el descrédito hacia la profesión. Y la falta de transparencia en la asignación de la publicidad institucional agrava el problema, ya que los criterios de reparto suelen ser opacos y discrecionales.
Para garantizar una prensa verdaderamente libre, habría que reformar el sistema de financiación de los medios. Sin modelos sostenibles que no dependan del favor político, no habrá prensa libre. Y urge romper la dinámica del “equipo de opinión sincronizada” y devolver al periodismo su función esencial: informar con rigor, independencia y valentía. La libertad de prensa no es solo un derecho; es la base de una democracia sana. En IT-MAGAZINE seguiremos siendo un oasis de información veraz y opinión libre. Quizás el último oasis de un periodismo que agoniza.