Löve es un puñetazo en la boca del estómago. Una experiencia necesariamente incómoda. Pero lo que es más importante, incómodamente necesaria. Teatro de inmersión, lo llaman. Básicamente consiste en que el espectador de algún modo se convierta en protagonista de la propia obra que ha ido a ver. Pero hay realidades que uno jamás querría protagonizar…
La sinopsis que la compañía Con Alevosía Teatro anticipa en su página web es un excelente reclamo que incita a descubrir más: “Cuando las luces del Paraíso se apagan, Löve vuelve a recorrer los pasillos del sórdido burdel en el que trabajaba. Desapareció hace casi 10 años en extrañas circunstancias. Simplemente se esfumó. Como si se la hubiera tragado la tierra. El misterio en torno a su desaparición no hizo más que aumentar su leyenda. ¿Quién era esa mujer cuyo verdadero nombre ni siquiera conocemos? ¿Cómo llegó esa situación? ¿Por qué nadie denunció su desaparición? ¿Qué secretos guardan aquellos que aún la recuerdan? Hoy el público tiene la posibilidad de reconstruir su historia, pero para ello tendrá que adentrarse en el complejo entramado criminal que sostiene el negocio del sexo de pago en nuestro país”.

El viaje por esas realidades que todos conocemos y ninguno queremos visitar
Con ese punto de partida, la idea original de Paula Moya (Löve muerta) y Ernesto González (Julio, el proxeneta) nos asoma a cada uno de los abismos que oculta el negocio de la explotación de mujeres. La esclavitud sexual. El maltrato físico. Las drogas. La influencia de la pornografía. El consumo de prostitución de los jóvenes. Onlyfans y las webcams. La muerte… Lugares que todos sabemos que existen, pero que procuramos no mirar.
Todos el elenco está a un extraordinario nivel interpretativo. Paula Moya (Löve) lleva con gran aplomo y solvencia todo el peso de la trama y es hilo conductor de todo lo que ocurre. Ernesto González, en el papel del proxeneta Julio, borda la no sencilla tarea de resultar simpático y asqueroso para el espectador según el pasaje que le toque. Bea Canteli y Paula Mata (sustituyendo a Paola Rodriguez) como Sasha e Irina, prostitutas del Paraíso, brillantes en su diferente plasmación de todos los matices de drama y tristeza de la vida de una mujer prostituida. Javier Olivares, que se mueve con despreocupada naturalidad en su papel de Rafi, el chaval putero. Fina Sión, sobria y punzante como Charito, ex prostituta y pareja del proxeneta. Salva García (sustituyendo a Javier Cuetos) que con un personaje más residual como es el de “El Perla” suma credibilidad al conjunto…

Si pueden, no se la pierdan
Pero si tengo que detenerme particularmente en una interpretación, ésa es la de Ángela Cañedo (sustituyendo a Sara Montes). La joven actriz construye un personaje que se te clava como un aguijón en el corazón. Va creciendo para enfrentarnos a situaciones perturbadoras. Y ahí, despliega toda su capacidad interpretativa y todas sus fortalezas para rajarnos el alma en canal. Su manejo del cuerpo y de la voz. Su magistral forma de conjugar la belleza y el erotismo con una fragilidad y una vulnerabilidad descarnadas con las que nos sacude por dentro. Te sacude con la piel. Te sacude con las miradas que premeditadamente nos dirige, entre el reproche y la súplica. Y sobre todo te sacude hasta las lágrimas con la dolorosa cadencia que le imprime a su texto, la expresión de esos pensamientos suyos que nadie ve.
Löve es evidentemente una obra de denuncia social que busca concienciar e impactar. Y lo consigue con creces. Cuando la Compañía “Con Alevosía Teatro” vuelva a representarla, sea en la ciudad que sea, háganme caso. Reserven plaza en el Club Paraíso y aguarden a que les manden la ubicación…