Hacía tiempo que no encontraba en la pantalla una docuserie tan brillante como “Cómo cazar a un monstruo» en Prime Video, de Carles Tamayo. Un joven periodista que ha dado una lección a muchos. Tamayo se crió en un pueblo del Maresme catalán. Ahora se dedica a hacer reportajes en un canal de Youtube. Un día recibe una llamada de Lluís Gros. Carles le conocía, porque era el propietario del cine de su pueblo en el que rodó sus primeros cortos y porque se ganó algunas pesetas en su día repartiendo propaganda del cine de Gros por el pueblo. Cuando recibió la llamada sabía que Gros había sido condenado por la Audiencia Provincial de Barcelona a 23 años de cárcel por haber abusado de varios menores entre 2007 y 2011.
Un documental para limpiar su nombre
Carles Tamayo tuvo algunas dudas, pero ante la insistencia de Gros aceptó la cita porque pensó que el abusador quería que le grabara para pedir perdón por los abusos. Cuando le escucha ve que lo que pretende Gros es que le haga un documental sobre su vida para limpiar su nombre. Carles le hace creer que va a ser así, pero lo que inicia es una investigación sobre Gros. Carles es un chico listo y un periodista de raza. Acepta el juego como un periodista consagrado. Y entiende que a veces el periodista forma parte de la noticia.
Y comienza a seguir con su cámara a Gros, y en ese camino se va encontrando con crímenes de Gros aún nunca juzgados. Carles escucha a abusador negar todas las acusaciones con excusas peregrinas y golpes de pecho cristianos. Carles incluso entrevista a sus padres y les pregunta si sabían que Gros era un abusador. Lo sabían, y el hijo les pregunta por qué entonces le dejaban ir con él. El abusador es plenamente consciente de que Carles está grabando todo. No esconde las cámaras, las tiene delante e incluso él está microfonado. Pese a ello no se corta en comentarios que evidencian quien es. Incluso se deja grabar llamando a una empresa para ver si puede eliminar de los buscadores información sobre él.
Carles Tamayo: un homenaje al periodismo de verdad
En las citas con el abusador, este se deja grabar llamando a un crio al que le pide que le haga una videollamada para verle mejor. Presume de cristiano, de hombre de fe. Carles vive en un barco y tiene dos colegas que le ayudan a preparar las grabaciones, todo artesanal, con muy pocos medios, pero donde hay un periodista que busca la verdad con decisión y tenacidad, el malo está perdido.
Según avanza el documental el asco que uno siente por Gros es equivalente a la admiración por el joven periodista. No les voy a destripar el documental. Véanlo, por favor. Carles le pregunta a Gros cómo es posible que habiendo sido condenado ande tranquilamente por Barcelona y el Maresme. La respuesta que le da es que está en busca y captura. Entonces Carles encuentra el cierre perfecto para su documental. Cierra una cita con Gros y llama a los Mozos de Escuadra para que lo detengan. Y prepara todo para poder grabar el momento de la detención. La respuesta que recibe de los Mozos es muy alucinante, y permite entender cómo no fueron capaces de pillar a Puigdemont. No se pueden imaginar el desenlace y no se lo voy a adelantar.
Abrocho esta pieza diciendo que Carles Tamayo se merecería todos los premios que le dieran, pero no le darán probablemente ninguno. Con estas líneas mi reconocimiento a su trabajo, un homenaje al periodismo de verdad. Mi felicitación sincera, por si sirve de algo. ¿Por qué será que ver a Lluís Gros en la formidable docuserie de Carles Tamayo me ha recordado mucho a Kote Cabezudo? Ya me dirán.