ELECCIONES MUNICIPALES Y AUTÓNOMICAS EN ESPAÑA

Dice el refranero español que “cuando el río suena, agua lleva”. Y durante el periodo electoral que hemos vivido estas semanas de cara a las elecciones municipales y autonómicas de este 29 de mayo, el río ha sonado mucho y por muchos frentes. No ha sido, sin embargo, un ruido agradable. Más bien el que produce la sospecha de haber contado más votos por correo de los que son. También más habitantes censados de los que realmente hay. Se ha hecho viral que estas elecciones han contado con ciertas irregularidades tanto en el proceso de votación por correo como en la documentación que se ha estado requiriendo para el voto desde el extranjero así como en el recuento de papeletas. Por no hablar de los inhabilitados por terrorismo que aparecen sin pudor en listas electorales. 

Melilla o Mojácar han sido dos de los puntos de nuestra geografía que han copado la actualidad estas semanas en referencia a la compra de votos. De hecho, la Guardia Civil ha detenido ya a siete personas en Mojácar en una operación contra la compra de votos. Mantiene imputadas a otras tres más. La Policía Nacional ha detenido en Melilla a una decena de personas, también por intento de fraude en el voto por correo. 

Pero también se encuentra en el foco Zamora. Aquí la Guardia Civil está investigando un presunto caso de fraude en el voto por correo, en el que están afectadas casi 100 personas de un centro de mayores. El Instituto Nacional de Estadística ya alertó semanas antes del comienzo de la campaña electoral que en varios municipios españoles se había registrado un aumento significativo en su censo. Se rumoreaba que este aumento se habría producido en localidades gobernadas por los socialistas, pero no todas tenían el color rojo ni la rosa. El tejemaneje no suele entender de colores.

Pero ni en estas elecciones ni en las anteriores. El caso de los números inflados y de los censos que parecen ser pero que en realidad no son, no es algo nuevo. No ha ocurrido de repente, sino que es algo de lo que se sospecha siempre. E incluso de que lo ha habido indicios de suceder en otras elecciones pasadas. Suele darse, además, en las municipales. Se entiende que ocurre en municipios pequeños, donde el cetro que se disputa sirve para gobernar a unos pocos cientos o miles de habitantes. Poca cosa, pero no menos importante. 


Elecciones: ¿fraude electoral?¿compra de votos?

Mientras, el CIS pronostica que la diferencia en intención de voto entre el PSOE y el PP es poca. Pronostica un 30,2% para los primeros y un 27,9% para los segundos. El resto, poco importa, porque es tradición centrar el tiro en los dos del bipartidismo en España. Las minorías, los que suman para gobernar y los que también están presentes en papeletas encima de las mesas, dan igual de cara a proyectar la intención de voto sobre los indecisos que, según dicen todas las teorías, son los que realmente deciden al final. Lo que importa es lo que se juegan: llenar media España de unas consignas y pelearse o hacer pactos para la otra media. 

Ya el tema de cuántos somos o cuántos tocamos en el pastel, da para otros cientos de artículos más. Preguntarse si está bien comprar votos por correo, que son los que no se ven en su conjunto sino que sirven para contabilizar, no se cuestiona. Plantearse si engañar ancianos en un centro de mayores para votar más o votar menos, tampoco. Como no se cuestionaba hace años que se acompañase hacia las urnas a mayores y dependientes coaccionados o alentados por una ayuda que en realidad era un mero chantaje. Cuestionarse si está bien añadir candidatos imputados por delitos de terrorismo dentro de unas listas, para poder salir y, aunque no se gobierne, ser parte de coaliciones y negociaciones mirando al poder. Todo esto, es más un asunto de logística que de ética, parece ser. 

Escribir sobre compras de votos, sobre detenidos por fraude electoral o sobre listas empañadas no debería generar ni una sola letra en un país que se entiende desarrollado. Un país que presume de estar a la cabeza de muchos otros. Más bien es señal de que algo no se está haciendo bien. Puede ser que no seamos todo lo honrados que decimos que somos. O que nos comportamos como muchos otros a los que criticamos vilmente, sin preguntarnos si aquí se están haciendo las cosas de forma correcta. Vemos la paja en el ojo ajeno, pero ni nos planteamos eliminar la viga en el propio. Y si todo esto ocurre de cara a unas municipales, qué no puede ocurrir en las que son a nivel general. 


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