FAMILIAS DE ACOGIDA PARA MENORES TUTELADOS

Hemos hablado de los menores tutelados, de las madres a las que les retiran la tutela de sus hijos, pero en esta historia la moneda tiene otra cara. ¿Qué ocurre con las familias acogedoras? Lo primero que sorprende al buscar información sobre ser familia de acogida, acogimiento de menores tutelados, es que hay muchísima información. ONG’s, asociaciones, reportajes en medios en los que se ensalza la figura de la madre, que es segunda madre pero actúa como si fuera la primera. Hasta lo difícil de esta realidad por la que pasan muchos menores en nuestro país. Hemos encontrado hasta una escuela de familias adoptivas en la que se comparten recursos. En ella se explica qué tipos de acogimiento se pueden encontrar.

Tal y como citan algunos de esos medios, los expertos afirman que las familias de acogida son el lugar más seguro para los niños que han sido apartados de sus padres biológicos. Las razones de esa separación en raras ocasiones se mencionan. Apenas se habla de por qué un menor deja de convivir con sus progenitores. O por qué éste es trasladado a un centro y de ahí reubicado en una familia que lo acoge. No dudamos del acto de generosidad que implica una acogida, porque supone cuidar como si fuera propio al hijo de otros. Y más sabiendo que no se quedará para siempre contigo.


Familias acogedoras pero no adoptivas

Lo primero que se debe tener en cuenta es que, como ocurre con la Sanidad o la Educación, todo lo que concierne al acogimiento de menores es una competencia transferida a las CC.AA. Cada una marca las reglas que regirán en sus territorios. El propio Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, contempla en su web un mapa interactivo en el que escoger la Comunidad Autónoma en la que se desee obtener información. Muestra así la diversidad de unidades administrativas que gestionan este tema. 

A nivel general es importante una puntualización: acoger a un menor no es adoptarlo. Por tanto, el tiempo de permanencia en la familia es siempre determinado. En ocasiones, el contacto con su familia de origen no cesa e incluso se mantiene de forma paralela al acogimiento. Con lo que la familia de acogida puede brindar aquellos estímulos y experiencias de las que va a carecer el menor, incluso dentro del centro de menores del que se deriva. 

Tal y como explican en Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, ser familia de acogida está abierto a “todas las parejas o personas que estén dispuestas y sean capaces de ofrecer a los niños y adolescentes que no pueden vivir con sus familias, un entorno familiar de convivencia en el que crecer. Que les permita desarrollar sus capacidades. Les proporcione el respeto y el cariño que se merecen, hasta que puedan regresar con su familia de origen o se determine otra alternativa más adecuada”. 

Tras una primera reunión informativa, bien presencial o telemática con un técnico, se dará respuesta a cuantas dudas puedan surgir a esas familias que se ofrecen como acogedoras. Después se deberá presentar la solicitud como familia de acogida en la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad Autónoma en la que se resida. En el caso de la Comunidad de Madrid, es requisito imprescindible haber participado previamente en dichas reuniones presenciales o telemáticas. 


Proceso hasta la aceptación del acogimiento

Tras la solicitud vienen los estudios de la familia acogedora. Ese estudio constará tanto de entrevistas en profundidad como de visitas domiciliarias. El objetivo es, según se indica en la Comunidad de Madrid: “garantizar la idoneidad para asegurar la cobertura de las necesidades objetivas y subjetivas del menor y el cumplimiento de las obligaciones legalmente establecidas”.  

Después las familias de acogida deberán realizar una formación en la que conozcan cómo es el proceso de acogimiento, las motivaciones que pueden tener como familias acogedoras o las características de los menores que se ofrecen a acoger. Y a nadie se le escapa que se trata de una tarea ardua y con muchos altibajos. No es un proceso natural, sino que probablemente habrá que superar más de un obstáculo para conocer emociones, llenar ese proceso de sentimiento y hacerlo lo mejor que se pueda pensando siempre en el bien del menor. El último paso es la aceptación del acogimiento. Se materializará a través de un informe que será firmado por el equipo técnico. En él se valoran todas las circunstancias que concurren en el caso concreto a través de la Comisión de la Tutela del Menor. 

Resumido en tres pasos este sería el proceso. Pero ni es tan simple ni tan sencillo como puede parecer. En ocasiones, la burocracia afecta a los acogimientos. Y el menor que recordemos es el mayor perjudicado, queda al amparo de una resolución o de la redacción de un informe y en definitiva, de una familia que le acoja bajo sus alas. Cómo se sienten estas familias cuando lo reciben o cómo se quedan cuando éste se tiene que ir, queda de puertas para adentro. A veces los sentimientos son difíciles de explicar. Es como cuando algo ilusiona pero da miedo. Y cuando desaparece, empapa todo de enorme tristeza, de vacío, de preocupación por cómo continuará sin ese amparo. 

Aunque el acogimiento familiar es voluntario, los servicios sociales ofrecen a estas familias además del apoyo técnico, apoyo económico. Estas ayudas están encaminadas a la financiación de los gastos periódicos de manutención del menor. Las prestaciones económicas varían según cada Comunidad. La Junta de Andalucía subvenciona con 464 euros mensuales por menor. En Castilla y León son 570 euros y en la Comunidad de Madrid pueden llegar a los 600 euros, por poner unos ejemplos. Si el menor necesita algún cuidado especial, la cuantía sube. No ponemos en duda el hecho de que hay familias que manifiestan su altruismo con los menores tutelados, pero también es cierto que hay muchas otras para las que acoger a un niño o niña, es un negocio.

Pero no olvidemos que estos menores necesitan una familia. Para ellos una tutela solo significa tener alguien que cuide de ellos. Estos menores llegan cargados de inquietud. En manos de la familia y mucho más del sistema, están que crezcan de una manera sana. Física y emocionalmente. 


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